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Vol. 1, No. 2, Otoño 2009 : Cuento

Rafael Camarasa Bravo

Cosas de niños

La mujer se maquilla en el servicio, mientras su hijo de doce años la observa. Faltan veinte minutos para las tres de la tarde, y sus movimientos son apresurados.

—¡Defiéndete tú, cariño!— le dice al muchacho, que se ha quejado de que Iván, un vecino un par de años mayor que él y que va a su mismo colegio, lleva más de dos semanas haciéndole la vida imposible. —Yo no puedo estar siempre defendiéndote. [Texto completo]

Gabriela Falconí

El vuelo de las mariposas

A Rodolfo Garzón los ojos se le hacen agüita cuando mira la cara de Camila, y aunque empuña los párpados para no llorar, las lágrimas se le escurren por los rabillos. Ya le es familiar el cuarto con olor a pino concentrado, pero aún le molestan las paredes vacías sobre las cuales no lo dejaron colgar sus mariposas. Le encantan las mariposas. Con Camila salía al parque todas las tardes a verlas revolotear entre el pasto y las flores dispersas, y, cuando alguna alzaba el vuelo, ambos la perseguían gritando por turnos los colores de sus alas. [Texto completo]

Andrés González Sánchez

Laberinto del azar

Soy francés y es mi oportunidad de demostrarlo. He visto caer el águila prusiana sobre el gallo galo, he sufrido el bloqueo, el bombardeo y la guerra junto al pueblo de París, he estado obligado a comer ratas, igual que mis vecinos, igual que mis hermanos. Ahora ha llegado mi gran momento. Tengo 24 años. Soy un atleta de la guerra. Un soldado. Y por encima de todo, un patriota. [Texto completo]

Alejandro Neyra

Cuna de lobos

Dejé de hacer mi crucigrama y volví la mirada a la pantalla. Me sorprendió la seguridad del escuincle, porque lo suyo nunca fue una pregunta sino una afirmación clarísima. Le dije que cuál, que no tenía mis anteojos puestos y yo no veo bien de lejos. Le pregunté qué era lo que estaba viendo a esa hora de la tarde que en mis tiempos llamábamos “matiné” para el cine y las luchas, supongo que porque es una palabra medio francesa que sonaba bien. [Texto completo]

Magnolia Pérez Garrido

Sardinas para mi tía Mirla

Ella lo único que quiere es comer un par de sardinas con cebollas y arroz blanco. Eso me contó mi madre cuando vino de su último viaje. A mí me extrañó un poco que mi tía no quisiera un pomo de perfume, un creyón de labios orquídea, o inclusive un corte de tela estampada con flores exóticas para forrar sus muebles gastados por el uso y el tiempo. Yo no sabía que a mi tía Mirla le gustaran las sardinas encebolladas, pero de cualquier modo cómo lo iría a saber si hace tanto tiempo que vivimos separados de toda la familia. [Texto completo]

Joseph Robertson

Lydia, o Destellos en la niebla

Sotto voce, el constante empuje del río que albergaba todos sus secretos le explicó cómo fue. Ya no era la misma. Pasaron años durante esos días, y ahora una ruptura en el inmenso calor dejó que se vieran de otra forma los hechos. Había perdido el hilo hace tiempo, y ahora vio, de repente, que eso tenía importancia. El no ser consciente del peligro le había hecho salir a buscarlo. Fue ella que deshizo su paraíso, ladrillo por ladrillo, quitando tapices y murmullos sin remordimiento. Fue ella que inventó y deshizo el mundo. [Texto completo]

Cristián Vila Riquelme

La habitación abierta

Un plan que se había presentado de pronto, como una revelación o como un desafío (aunque, como todos sabemos, una revelación es siempre un desafío), y que de súbito pintaba al exilio como algo lleno de sentido y, más que nada, con un contenido irrebatible y multiplicador. [Texto completo]

Carolina Yancovic

Haiku

Luego de escuchar su voz bailar entre sílaba y sílaba, tomó sus cosas y salió de la habitación. Bajó la escalera caracol sin decir absolutamente nada. Llevaba el corazón pesado y los parpados entreabiertos. Empujó las grandes puertas de madera y subió el cierre de la chaqueta de cuero café que había comprado en casa. El aire estaba tibio y una suave brisa movía las pequeñas luciérnagas que alegraban los arbustos. Había un largo camino frente a sí. [Texto completo]

Plumas

Sentado allí balanceándose entre la brisa cálida y la luz del sol que le acariciaba las mejillas infantiles, vio algo sobre el césped. Lo observó algunos minutos desde el columpio y luego se acercó para saber qué era lo que descansaba con tanta tranquilidad frente a él. Plumas grises cubrían el cuerpo inerte del ave. Se arrodilló y observó con cuidado. [Texto completo]

Jesús Zomeño

Vitam damus
(22 de diciembre 1918)

Arthur Dennis Harding durante cinco años almorzó un sándwich sentado cada día en el mismo escalón de la Catedral de San Pablo.

Durante cinco años estuvo ahuyentando a las palomas porque siempre tenía hambre.

Arthur Dennis Harding vestía un traje de franela gris y le pasaba la mano por encima cada noche para plancharlo. Sus cuidados estiraban las arrugas y marcaban la línea de sus pantalones, según él imaginaba. [Texto completo]

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