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Andrés González Sánchez
Vol. 1, No. 2, Otoño 2009 : Ensayo

‘Amberes’ (1980): poema y novela germinal de Roberto Bolaño

El escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003) deja Ciudad de México y se traslada a vivir a Barcelona, donde reside su madre, en 1977. Una etapa de su obra y de su vida poco tratada por la crítica es la que corresponde a los años posteriores a su llegada a España. Estas páginas indagan, a partir de su primer texto de ficción, Amberes, en el proceso que condujo a la transformación del Bolaño poeta en el Bolaño narrador.

Las páginas de Amberes, escritas en 1980, no se publican hasta 2002, cuando su autor debe cumplir con el compromiso (establecido consigo mismo y con su editor, Jorge Herralde) de entregar un libro anual a la imprenta. Teniendo en cuenta que su primera novela no se publica hasta 1984 (Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, escrita conjuntamente con Antoni García Porta), se puede considerar Amberes como su opera prima narrativa. De ahí su relevancia para estudiar al Bolaño narrador en sus inicios, establecer los vínculos con la poesía del escritor chileno en ese momento y definir su papel como punto de partida de una obra que, desde la publicación de Los detectives salvajes (1998), se valora a menudo como una de las más influyentes de las últimas décadas en el ámbito latinoamericano.

El propio Bolaño tenía en buena estima ese librito de 119 páginas, que tuvo que podar porque “el texto tendía a multiplicarse y a reproducirse como una enfermedad” (Amberes 10). El cuaderno contiene, entre otros pensamientos de valor biográfico, este desgarrado agradecimiento al oficio de la escritura: “De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiera aguantar más” (Entre paréntesis 17). Según su amigo Rodrigo Fresán, Bolaño hablaba de Amberes como de “la única novela de la que no me avergüenzo”. Y agregaba, con autocrítica humorística: “Tal vez porque sigue siendo ininteligible” (Fresán 2003).

El joven poeta chileno llega a Europa con Reinventar el amor bajo el brazo, una colección de veinte poemas publicado el año anterior en México, y con una antología de once poetas (dirigida por él, que se había incluido a sí mismo), a punto de salir a la luz: Muchachos desnudos bajo el arco iris de fuego se editará en 1979. Atrás, aunque sólo geográficamente, quedan los tiempos mexicanos. Cuando tiene 15 años, sus padres (él, camionero y aficionado al boxeo; ella, maestra de matemáticas de primaria) deciden dejar su Chile natal por un México de adopción en el que buscar un medio de vida. Allí transcurre su adolescencia y primera juventud, de 1968 a 1977. Salvo por unos meses de 1973, coincidiendo con el golpe de estado del 11 de septiembre, Bolaño no regresa a su país hasta 1998, ya como escritor consagrado.

Al año siguiente de su llegada a México, decide dejar los estudios y dedicarse por entero a la literatura: a la escritura y, sobre todo, a la lectura. El poeta y ensayista chileno Jaime Quezada es testigo, ya que vivió en su casa de la colonia Guadalupe Tepeyac entre 1971 y 1972, de la dedicación intelectual del Bolaño adolescente: “Se estaba día y noche leyendo y releyendo (de Kafka a Eliot, de Proust a Joyce, de Borges a Paz, de Cortázar a García Márquez), y fumando y fumando, bebiendo tazones de té con leche, y enojado siempre contra sí mismo o contra el otro” (Quezada 7).

En 1975, funda con un grupo de amigos poetas, Mario Santiago entre ellos, el infrarrealismo, un movimiento poético que es heredero del grupo Hora Cero peruano y de los beatniks estadounidenses. Bolaño firma el primer manifiesto del infrarrealismo, que reclama:

Un nuevo lirismo, que en América Latina comienza a crecer, a sustentarse en modos que no dejan de maravillarnos. La entrada en materia es ya la entrada en aventura: el poema como un viaje y el poeta como un héroe develador de héroes. La ternura como un ejercicio de velocidad. Respiración y calor. La experiencia disparada, estructuras que se van devorando a sí mismas, contradicciones locas.

Los estridentistas mexicanos de los años 20 también influyeron en el espíritu de este colectivo nacido para dinamitar la cultura oficial. En 1976, Bolaño entrevista a tres de los más destacados estridentistas, Arqueles Vela, Maples Arce y List Arzubide, para la revista Plural. Es fácil imaginar que las confesiones de los tres maestros impactaran en el joven escritor. A Arqueles Vela, autor de La Señorita Etcétera, “la primera novela que viola la estructura tradicional en nuestras latitudes hispanoamericanas”, dice el mexicano, le pregunta por “la novela de matices”. Arqueles responde a su interlocutor con un halago: “Y qué pregunta tan cerca de lo que es la novela”. Para explicarle enseguida que “es una novela de matices íntimos, de estados interiores que corresponden a realidades que sólo han existido en el recuerdo, en el desvanecimiento de los hechos” (Tres estridentistas 50). Una actitud ante el discurso literario que sin duda desarrolló Bolaño en su futura narrativa.

No por casualidad, algunos de los propósitos del estridentismo se encuentran en el espíritu de los infrarrealistas. “El estridentismo era un asistir a la realidad inmediata, una convivencia con lo inmediato de la existencia”, le dice Arqueles en esa entrevista (Tres estridentistas 51). Por su parte, Bolaño aboga en un artículo-coloquio de 1977 por “la poesía ya no como un cubículo universitario, ya no como un flujo circular de información, sino como experiencia viva, lenguaje vivo, autopista de cabellos largos” (Boccanera y Bolaño 43). Ahondando en la plausible inspiración de un grupo en el otro, los estridentistas boicoteaban los tótems de la cultura oficial enrollando en papel higiénico las estatuas de la Alameda. Mientras, medio siglo después, los acólitos de Bolaño y Santiago reventaban los actos de Octavio Paz vociferando sus propios poemas. En definitiva, teniendo en cuenta todo lo anterior, no es gratuita la presencia de los poetas real visceralistas en Los detectives…

A su llegada a España, adonde viaja movido tal vez por esa necesidad de “entrada en aventura” de la que hablaba en el texto fundacional de los infrarrealistas, Bolaño sigue escribiendo poesía. Actualmente está editada dentro de La Universidad Desconocida: las primeras siete secciones de ese libro recopilatorio de casi toda su obra poética comprenden lo escrito entre 1978 y 1981. Al mismo tiempo, redacta un extenso poema por capítulos o en “páginas sueltas” (Amberes 9). “Escribí Gente que se aleja en 1980 mientras trabajaba de vigilante nocturno en el camping Estrella de Mar, en Castelldefels. El poema, como es evidente, es deudor de mis entusiastas lecturas de William Burroughs”, explica Bolaño (La Universidad 443)..

Aquel poema, como lo llama Bolaño, es el texto que publica más tarde con el título de Amberes y que, además, está contenido en La Universidad…, de 2007, con pocas variaciones de una a otra publicación. Lo que se presta a reflexión, teniendo en cuenta el tema que nos ocupa, es que esos dos libros están impresos, respectivamente, como “novela” y como “poesía”.

Gente que se aleja se integra a lo largo de 65 páginas en la segunda parte de La Universidad…, que el autor dejó lista para su publicación junto con una nota y una bibliografía. En su “Breve historia del libro” incluida también en esa publicación, su viuda, Carolina López, señala: “El apartado de La Universidad Desconocida titulado ‘Gente que se aleja’, ya fue publicado por Roberto, con pequeñas variaciones, como Amberes en Anagrama en 2002” (La Universidad 458).

Las variaciones sí, son mínimas. Hay poemas que se incluyen en La Universidad… pero no en Amberes: como “El policía se alejó” (página 192), “El brillo de la navaja” (236) y “Automóviles vacíos” (239). Y algunos capítulos se publican en Amberes pero son sacados de La Universidad…: “Tenía el pelo rojo” (38), “No puedes regresar” (109) y “Barrios obreros” (113). Una de las explicaciones a esta disparidad de criterios a la hora de la selección de textos es que Amberes fue confeccionado por el propio Bolaño y de La Universidad…, un libro póstumo, se ocupó su viuda. Otra, ya en el terreno de las suposiciones, es que la editorial no tuviera la intención de reeditar Amberes en el futuro y prefiriera que ese material estuviera recogido dentro de La Universidad…, un volumen de mayor peso de cara a las estanterías.

Gente que se aleja-Amberes es un conjunto de prosa poética o, si se quiere, un poema narrativo que recuerda en ocasiones al estilo del autor del Almuerzo desnudo. Como se sabe, Burroughs, a quien leía Bolaño en ese tiempo, estuvo enganchado a la heroína durante décadas. También hay que decir que Bolaño dejó escrito que en ese tiempo leía “más poesía que prosa” y a diversos autores: Sade, entre otros (Amberes 10). A la vez, los primeros tiempos en Barcelona del poeta chileno coincidieron con la irrupción de la droga entre los jóvenes españoles del post franquismo. Como es “evidente”, según él mismo dice, el texto de Bolaño guarda similitudes con las creaciones alucinógenas del gurú de la Generación Beat: recrea un mundo marginal, de pesadilla, insomne y “a la intemperie”, como se confesaba el propio Bolaño en esos años de vagabundeo (Amberes 9). En el poema surgen dos alusiones al “émbolo” de la jeringuilla usada por los adictos para inyectar el opiáceo (sin mencionarlo), que en este caso impulsa “imágenes” (Amberes 32 y 62); así como referencias a los temblores quizás provocados por la falta de la sustancia tóxica (Amberes 36). Pero, sobre todo, las influencias de Burroughs o su propia observación del paisaje humano se plasman en los primeros escritos barceloneses de Bolaño a través de una sensación de impotencia y frustración procurada por un clima desasosegante presente en todo Amberes y que se ejemplifica a través de frases como “soñé un pasillo repleto de gente sin boca, dijo él”, tomada del capítulo titulado “A veces temblaba” (Amberes 63). Más tarde, esas personas del pasillo sí abren la boca, pero “sin emitir sonido alguno” (Amberes 79), para luego volver a abrirla con la misma mudez en otro pasaje, convirtiéndose así en un círculo asfixiante que va tomando forma a lo largo de todo el libro. Es una técnica de escritura que más tarde Bolaño equipararía a situarse al borde de un abismo, como le explicó a Carmen Boullosa:

Digamos que la historia y la trama surgen del azar, pertenecen al reino del azar, es decir al caos, al desorden, o a ese territorio permanentemente perturbado que algunos llaman apocalíptico. La forma, por el contrario, es una elección regida por la inteligencia, la astucia, la voluntad, el silencio, las armas de Ulises en su lucha contra la muerte. La forma busca el artificio, la historia el precipicio (Manzini 111).

Bolaño rebusca para escribir los textos de Amberes en sus frustraciones. Lo confiesa claramente en el prólogo al libro: “Mi enfermedad, entonces, era el orgullo, la rabia y la violencia. Estas cosas (rabia, violencia) agotan y yo me pasaba los días inútilmente cansado”. Poco después cita qué contribuía a su estado de ánimo: sentía desprecio por la literatura oficial, el arribismo y el oportunismo (Amberes 10).

Por lo demás, las referencias al submundo de policías (sargentos, detectives), delincuencia y estupefacientes no pasan de describir a “la pelirroja”, en una escena de contenido sexual, como una chica de 18 años “metida en el negocio de las drogas” (Amberes 74). O mostrar imágenes como ésta: “Tal vez por esa razón viví solo y durante tres años no hice nada… (El tipo rara vez se lavaba, no necesitaba escribir a máquina, le bastaba con sentarse en un sillón desvencijado para que las cosas huyeran por iniciativa propia)” (Amberes 84).

No se trata de elucubrar sobre si Bolaño fue adicto a la heroína o no. Ya en 2006, aparece publicado, en una entrevista a su traductora al inglés, en Publishers Weekly, que Bolaño empezó escribiendo poesía pero que, a principios de los 80, “algo se quiebra”. Según dice Natasha Wimmer, Bolaño se casa, se muda a una pequeña ciudad cerca de Barcelona (Blanes, provincia de Gerona, está a 65 kilómetros de la ciudad condal), trabaja en una joyería (más bien, en una tienda de bisutería) y “puede que tuviera un problema de drogas”, ya que, asegura la entrevistada, escribió un ensayo sobre la desintoxicación con metadona (Gathman 44). Sabiendo de antemano que los medios de comunicación recurren a menudo a las mismas fuentes documentales, en los últimos meses numerosos periódicos anglosajones han dado el dato como cierto sin más explicación. La salida al mercado de la novela 2666 en inglés es la causa (Libros de mentira).

El ensayo al que se refería la traductora es un cuento, Playa, publicado en el 2000 por el diario madrileño El Mundo dentro de la sección “El peor verano de mi vida”, en la que publicaron sus relatos de ficción un amplio grupo de cuentistas españoles. Playa empieza así:

Dejé la heroína y volví a mi pueblo y empecé con el tratamiento de metadona que me suministraban en el ambulatorio y poca cosa más tenía que hacer salvo levantarme cada mañana y ver la tele y tratar de dormir por la noche, pero no podía, algo me impedía cerrar los ojos y descansar, y ésa era mi rutina, hasta que un día ya no pude más y me compré un trajebaño negro en una tienda del centro del pueblo y me fui a la playa (…) (Playa 2000).

En ese relato, el personaje de Bolaño dice que tiene 35 años, por lo que el escritor (si hubiera sido el personaje de la ficción) habría estado enganchado a la droga hasta 1988. Por un lado, es conocida la habilidad de Bolaño para introducirse como personaje real en sus ficciones. Sin embargo, la familia de Bolaño publicó el cuento en el volumen Entre paréntesis, que reúne su obra ensayística y de no ficción. Es cierto que podrían haberlo incluido en otro de los volúmenes póstumos, como El gaucho insufrible. Pero, aunque también lo es que en ese libro va acompañado por un pregón de fiestas y varios reportajes periodísticos, es un argumento que no prueba nada.

Para despejar toda duda, como recoge Julio Ortega en un artículo de este año, el representante, Andrew Wylie, y la viuda del escritor aclararon en una carta a The NYT Book Review del 7 de diciembre de 2008 que Bolaño “no sufrió nunca ninguna forma de adicción a drogas, incluyendo la heroína”. Este dato, aunque “ampliamente publicado”, se debe a un “malentendido persistente” que, añade el profesor Ortega, “seguramente deriva de que su relato La playa está escrito en primera persona”. “Ese relato es en verdad una obra de ficción”, zanja Wylie (Ortega 2009).

Poniendo a un lado el amarillismo periodístico, que vende libros por razones ajenas a la obra, Amberes deja una sensación de inquietud, de experiencia vivida, desequilibrio, confusión y soledad, con un refugio lejano en el humor negro en frases como “un camping debe de ser lo más parecido al Purgatorio” (Amberes 90). Es un recurso frecuente en la trayectoria de Bolaño y el jurado que premió en 1999 con el Rómulo Gallegos a Los detectives… lo entendió así: “Incursiona en un tipo de humor poco frecuente en la literatura escrita en español. Su libertad respecto de modelos narrativos revisa la tradición de la escritura de las últimas décadas” (Manzini 206).

En la recta final de Amberes, los nubarrones se despejan y se va disipando la extrañeza y desazón del poemario-novela. “Agua clara del camino” es un buen ejemplo de ello: “Lo que vendrá. El viento entre los árboles. Todo es proyección de un muchacho desamparado. Camina solo por una carretera comarcal”. Pero continúa: “La boca se mueve. Vi a un grupo de gente que abría la boca sin poder hablar” (Amberes 94).

Gente que se aleja es, además, una obra de ficción. En el poema-relato entran en juego una serie de personajes con ecos de la novela negra, en un universo fuera de la realidad. Como nos vende la contraportada, éstos son “un policía perdido en la ruta que media entre Castelldefels y Barcelona, una pelirroja de la que todos hablan pero nadie ha visto, un vagabundo jorobado que vive en el bosque”, todo ello con “un asesinato congelado en la memoria de unos pocos, escenas sadomasoquistas que aparecen como relámpagos, protagonizadas por el policía y una mujer misteriosa, una película que alguien proyecta en el bosque y en donde parece esconderse la clave de la historia”.

¿Ininteligible Amberes, como decía Bolaño? Fresán no se muestra de acuerdo con esa afirmación y llega a la conclusión de que es una narración “criptográfica” (Fresán 2003). Una interpretación acertada si se refiere a su carácter enigmático, más que a la posibilidad de encontrar, con algún éxito, una clave secreta detrás de las palabras. Los personajes poseen escasa corporeidad y se confunden: tenemos a un poeta, a un escritor inglés y a personajes que transitan sin asideras (o purgando sus penas) por ese camping entre el cielo y el infierno. Los diálogos se evitan y los monólogos marcan el ritmo. La tercera y la primera persona se suceden. Y los espacios en los que se mueve el elenco flotan en una atmósfera onírica. En esas carreteras, bosques, balnearios y pistas de tenis impera un sol que ciega a pesar de transcurrir durante las primeras semanas del otoño en la Costa Brava, cuando los turistas se marchan y dejan los lugares de playa como poblados abandonados del Lejano Oeste.

“Y -por más que no goce del carácter transparentemente autobiográfico de relatos como Sensini o Últimos atardeceres en la tierra- se ocupa de explorar uno de los episodios más mitificados y mitificables de y por Bolaño”, dice Fresán en relación a su etapa en el camping. En una entrevista con Daniel Swinburn, cita Fresán, Bolaño explicaba:

Yo prefiero la literatura, por llamarle de algún modo, teñida ligeramente de autobiografía, que es la literatura del individuo, la que distingue a un individuo de otro, que la literatura del nosotros, aquella que se apropia impunemente de tu yo, de tu historia, y que tiende a fundirse con la masa, que es el potrero de la unanimidad, el sitio en donde todos los rostros se confunden (Fresán 2003).

En Amberes aparece un personaje llamado Roberto Bolaño. “La literatura está llena de autobiografías, algunas muy buenas”, reflexionó el autor en una entrevista. “Pero los autorretratos suelen ser muy malos, incluso los autorretratos poéticos, que a simple vista parece una disciplina literaria más apta para el autorretrato que la narrativa. ¿Si mi obra es autobiográfica? En cierto sentido, ¿cómo podría no serlo?” (Manzini 111).

En aquella novela iniciática Bolaño se bautiza a sí mismo con su nombre real, ya que todavía es pronto para el Arturo Belano de Los detectives…, aunque el germen de la gran novela generacional del chileno (“todo lo que he escrito es una carta de amor a mi generación”, dijo una vez) está presente ya en aquel texto a través, precisamente, de su poesía (Entre paréntesis 37). Sealtiel Alatriste, a propósito de la irrupción de Los detectives…,evocaba que “la ficción en América había cambiado de rumbo y ya no radicaba ni en Macondo ni en Santa María, que la poesía se había escapado de Altazor y Trilce y empezaba a ser rastreada por unos nuevos detectives-poetas” (Alatriste 106).
En la época en la que Bolaño redacta Amberes, escribe el crítico Will H. Corral, su poesía y su prosa se transforman “en un tesoro escondido (o un campo de minas) para la intertextualidad”. Además, dice, su libro de poemas Los perros románticos (1995), cuya segunda edición añade el subtítulo “poemas 1980-1998”, incluye cinco poemas dedicados a detectives soñados, perdidos o soñadores (Corral 47).

La de los detectives es una referencia que figura sin descanso también en Amberes. De alguna manera, ya es, como Los detectives…, un “policial de aire existencialista”, según el término de Marcelo Cohen. Además, recuerda este crítico, Estrella distante (que es un mojón del camino hacia Los detectives… y su obra magna póstuma, 2666), también sitúa en su tramo final, en un desértico pueblo de la Costa Brava del comienzo del otoño, a Wieder, el comisario y el poeta narrador (Manzini 35).

Amberes es germen de la obra posterior del chileno. Dieciocho años antes de la publicación de Los detectives… allí ya circula el fantasma de Sofie Podolski, la poeta y artista gráfica belga contemporánea de Bolaño que se suicidó a los 21 años. Y ya están presentes los jeroglíficos o poemas visuales que tanta importancia tienen luego durante el rastreo por parte de Belano y Lima del paradero de la fundadora del realismo visceral, Cesárea Tinarejo. O lo que es lo mismo, ya está la búsqueda de la poesía, de la poesía con mayúsculas o con minúsculas, reflejada ésta última en un barquito que navega un mar en calma, con oleaje y, finalmente, en tempestad.

 

Obras citadas

Alatriste, Sealtiel. “Obituario a destiempo. Roberto Bolaño y el cementerio sin fin”. Revista de Occidente 301 (2006).

Boccanera, Jorge y Bolaño, Roberto. “La nueva poesía latinoamericana: ¿Crisis o
renacimiento?”. Plural (1977).

Bolaño, Roberto. Amberes. Barcelona: Anagrama, 2002.

_____ Entre paréntesis. Barcelona: Anagrama, 2004.

_____ La Universidad Desconocida. Barcelona: Anagrama, 2007.

_____ “Playa”. El Mundo 17 Ag. (2000).

_____ “Tres estridentistas en 1976: Arqueles Vela, Maples Arce, List Arzubide”. Plural (1976).

Manzini, Celina ed. Roberto Bolaño. La escritura como tauromaquia. Buenos Aires: Ediciones Corregidor, 2002.

Fresán, Rodrigo. “Pequeño Big Bang”. Página 12 27 Jul. (2003).

Gathman, Roger. “Visceral Realism”. Publishers Weekly 11 Dic (2006).

“¿Bolaño adicto a la heroína?”. Librosdementira. 24 de noviembre de 2008.
<http://librosdementira.com/%C2%BFbolano-adicto-a-la-heroina/>.

Ortega, Julio. “Bolaño frente a Bolaño”. El País 3 En. (2009).

Quezada, Jaime. Bolaño antes de Bolaño. Diario de una residencia en México. Santiago de Chile: Catalonia, 2007.

Andrés González Sánchez nació en Elche (Alicante, España) en 1967, es titulado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona y actualmente es estudiante de la maestría en Lengua Española y Literatura de Villanova University. Como periodista colaboró en las delegaciones alicantinas de La Verdad y El País y en las secciones de Cultura, Espectáculos y El Dominical de El Periódico de Catalunya en su redacción de Madrid. Ha esbozado guiones, teatro, canciones, poesía; y ha publicado relatos en ediciones colectivas, entre las que destacan Galaxias robadas. Los insolentes del pasado soñaron un futuro galáctico (Valencia, 2001), Ciudad compacta (Barcelona, 2003) o Laberinto del azar (Elche, 2007). La mitad de mí (en busca de editor) es su primer libro de relatos.

Naufragios incluyó un ensayo de Andrés González Sánchez—"El otro en dos cuentos de Cortázar"— en su edición inaugural, en primavera del 2009.

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