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Archivos : Cuento
Vol. 1, No. 1, Primavera 2009

Arturo Arias

Carreras de carros

De niño aprendí a gobernar el mundo. Sabía de futbol porque mi papá era fanático y fue él quien me enseñó a ir por el Brasil, pues también es Latinoamérica aunque los taxistas brasileños le digan, ¿usted es brasileño o latinoamericano? Ahora vamos por el Brasil, me dijo mi papá cuando el mundial de Suecia y yo le pregunté por qué.

Oscar Barrientos

Esgrima

Creo haber omitido —por un imperdonable descuido— un detalle importante en torno a Puerto Peregrino. En la temporada de verano las calles se atestan de turistas con camisas floreadas y cámaras fotográficas al cuello. Son más de dos meses muy calurosos donde la ciudad se ve virtualmente invadida.

Luis Alberto Mancilla

La mala costumbre de leer (y otro cuento)

El equilibrista Ceferino Díaz cumplió su promesa pero no vivió para contarla. La noche del martes en Boite y Salón de Baile “El Galpón” mientras celebraba su cumpleaños le prometió a un grupo de amigos del Gran Circo Frankfurt, donde trabajaba caminando por la cuerda floja, que al amanecer haría la hazaña más arriesgada: “Nunca antes vista en parte alguna del país, del continente ni en todo el mundo conocido”; dijo entusiasmado por su borrachera.

Tatiana Ripoll Páez

La espera

—¡Ah! ¿qué hago aquí? todavía  sentada en este maldito lugar, todo me pesa, voy a levantar los brazos, eso me va a ayudar. ¿Alguien dijo la hora? ¿Por qué no lo oí? Ese maldito ruido de la calle que nunca termina, si parara por un minuto. Por favor… sólo por un minuto….

José Teiguel

El regreso (y otro cuento)

Por un lado lo atosigaba la constante curiosidad que sentía por conocer  los diferentes rostros  del sacrificio personal,  que pueden  conducir a los dominios de  Dios, directamente, sin tener que pasar por las engorrosas manos de las sucursales de la fe, las que en su afán por  tramitar con detallado celo la salvación eterna,  definen  y terminan  por marcar impositivamente los camino que debe seguir la religión.

Carolina Yancovic

Kreeh háaten (La luna está furiosa)

No puedo explicar el medio de nuestro transporte, pero sí que llegamos a la estancia mientras dormíamos. A la noche siguiente, se dispuso que comenzáramos la cacería de inmediato. Unos caballos estarían a nuestro servicio. No se nos entregaron armas.

Jesús Zomeño

El queso

Le había llegado un queso enorme. Envío de su hermana, que consolaba con el regalo la memoria de la muerte de su esposo en Verdún. Un paquete sobrio y sin afecciones, con una doble capa de papel oscuro y un trenzado de cuerda de pita conteniendo el embalaje, ni siquiera hilo de algodón.

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