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Luis Alberto Mancilla
Vol. 2, No. 2, Invierno 2010-11 : Poesía

La amada hasta morir

 

(1)

Se nos perdió la Amada, desesperados
A ella y sus olores, buscamos, traspiramos
Aullamos, quebramos el aire
De arriba abajo trajinamos las calles
Dejando un viento de pelos y huesos
Una bandera de ladridos amarrada a los patios.

Donde se cruzan los caminos
Y entre arena y piedras crece la maleza
Peleamos por conseguir los desperdicios
De la Amada
Pero ella, la sin suerte, se nos fue
Por una intersección de infinitos
Conjuntos de placeres numerables
Y dejó sus adherencias en nosotros…

 

(2)

Vengan a perseguir La Amada
La soñada por nosotros
La inaguantable, la putrefida para otros
La que sabe tiene que ser nuestra por la fuerza.

Vengan sin remordimientos
No importan los cercos
Los gritos de los desvelados
habitantes de las casas vecinas
La desperraremos
entre las arvejas, las lechugas, los repollos.
Una lluvia de agua hirviendo
Zapatos, piedras y palos
Serán la última señal del gozo eterno.

 

(3)

La Amada indefensa atada a un árbol
Se inicia la cuenta regresiva
Afilen los colmillos
Pretéjanse del odio que babean hijos de perra
Que allanan poblaciones.

Ella, la Inocente,
Cuando la desaten, apretara cachete
En el aire madurado de abejas
El olor permanece, anclado ruido
Interior ardiendo
En su minuto final.

A romper hocico, a morder orejas
Ladra fuerte kiltro mal nacido
Aquí no se permiten privilegios
es la Ley de Moraga
El débil permanece en silencio
No nos vengan con somos chilenos
Cuyos padres eran hijos de pastores alemanes
A otro perro con ese hueso
Vayan a mear la línea del horizonte.

Se arranca La Amada
Su viento despeina los cometas.

 

(4)

Detrás de esos montes de ulmos y tenios
esta la noche
cual cascada cayendo de los cielos
y nosotros en las ventanas
pobres mortales persignándonos
para espantar los muertos
que con la lluvia se vienen a la casa.

La casa en la noche navegando
Los montes de ulmos y tenios
Poblados de muertos sin nombre
Y nosotros simples mortales persignándonos
Para se vayan por otras puertas
Con sus ramas de ortigas, sus insectos.
Su agua de velorios
Su rumor de relámpago
Su desorden de cosas inconcretas
Lleven
Lejos de los montes de ulmos y tenios
Aparecidos en el principio del mundo
Que oculto en las palabras.

 

(5)

Miren las señales que aparecen
En la forma de las nubes
Anuncian el temor irrepetible de sentir la muerte
Llegando con su olor a cementerio
Y su sol poblado de arañas
que luego bajan por sus ramas
Hacia la ciudad lejana oscureciéndose
En la noche y las ausencias.
Fuimos escogidos para ver esas señales
Y descifrar los límites del miedo
Y esa es nuestra (im)perfección.

 

(6)

Vamos a cruzar estas calles
Y llegar hasta las casas prohibidas
Esos prados y jardines
de pronto aparecidos en nuestra inteligencia
ahora llenándose de símbolos.

Vamos a cruzar las rejas de hierro
Que dividen en dos el horizonte
Creeremos estar en otra realidad
En un cielo cinematográfico
Y poder tocar los espíritus con las manos.
Almas que siempre amenazaron
Transformar nuestros sentidos
Cielo que no soporta otra piedra de esperanza
Con ladridos espantaremos ángeles
y será soledad total en la ciudad.

La fe radica en la perseverancia,
ladren y muerdan hijos de perra
El dolor nos marcará la vida
vamos a cruzar las calles
Y en la ciudad
Sus asustados habitantes
nunca descifraran los límites del miedo.

 

(7)

Desatemos nuestra vida de estos territorios
Para después no tener solo el esqueleto
Si podemos
Con raíces, con piedras, con uñas
y esperando tiempos nuevos
Desamarremos este cuerpo moribundo
Que sin color está quedando
Porque se secan los ríos de sus venas
Nuca más amarrará al árbol el cuerpo agonizante
Desatemos la cadena para después no lamentarnos
Y culparnos los unos a los otros
Indicarnos con el dedo
Embarrarnos de insultos por La Amada
Cuyo olor sentimos a lo lejos.

 

(8)

No hay forma de entender
la luz que viene con La Amada
No existe fórmula que explique
la estructura de la harina que contiene
Ni modelo que describa:
La sombra de sus átomos
La longitud de su mirada
La amplitud de sus deseos.

No hay forma de medir
la hondura de la herida
que La Amada deja en nosotros.
La raíz de su origen
La partitura de ritmo cardiaco
que brota como agua de vertiente
de nuestros corazones.

No hay forma de entender la luz que viene con La Amada.

 

(9)

Parece estamos, con lazos invisibles
Amarrados a La Amada
Pero nada existe,
que pueda hacernos ver lo dejado atrás
De las puertas que se cierran
En el borde de cada instante
Al final de parte alguna.

Parecemos kiltros pulguientos
atados con lazos invisibles
a la sombra de La Amada
Sin ella nada existe
Es la vida oscuro túnel
con aliento de ánimas
Solo signos en el laberinto
que creamos cada día
buscando el olor,
el rastro de los pies de La Amada
a ella estamos, con lazos invisibles,
amarrados a su paisaje
Y nada puede hacernos ver
No encontramos señales, faros ni augurios
para nos alejen del arrecife de recuerdos
que en nuestro cerebro es La Amada.

 

(10)

Una chica muy sexy mascando chicle
Por Babilón Street
Durmiendo en rincones
con basura, telarañas, huesos y moscas
Con ojos cerrados
escucha Guns “N” Roses en jardines de desolación
Es amiga de un joven de secundaria
Que se droga con barbitúricos
Para borrar el desconsuelo y las horas vacías.

Una chica muy sexy, mascando chicle
Por Babilón Street
Es La Amada.
En los techos de Paradise Hotel: jeringas gratis
Negros buitres airean sus alas
Necesitamos un poco de paciencia
Dice la muchacha sexy
Escarabajos verdes
se aparean dejando caer sus alas.

Luis Alberto Mancilla. Nacido en Castro, Chiloé el año 1956, el poeta nos cuenta: “Me inicié en la poesía cuando Pinochet estaba lejos de Chiloé con sus ladronajes y terrores pero no me fue indiferente dar a conocer mi odio a las barbaridades. En algún recital leí mis poemas y cierta noche hablé de Neruda y los años que vivió en Chiloé, a no más de doce personas, en los tiempos cuando los actos culturales eran disidencia pura. Por allí guardo un diploma por tal charla. No he ganado premios ni publicado libros. Mis prioridades burguesas han sido otorgar comodidad a la familia. Elegí vivir en el campo, pero el tiempo alargó la ciudad y nos atrapó como barrio. Mi mejor vicio es disfrutar las pichangas de fútbol todos los domingos. No aparento ser poeta, ni me disfrazo de tal. Creo que mi peor virtud es una honradez a toda prueba, consecuencia de la mala educación de mis padres. Porque para ser poeta en este Chile “democrático” no se debe tener vergüenza por los malos versos, ni remordimientos por la hipocresía de alabar a quienes financiarán los libros que vas a publicar. Repito aquello que  dijo algún emperador romano: “no sólo hay que ser poeta, también se debe aparentar serlo.”

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