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Jorge Campero
Vol. 2, No. 2, Invierno 2010-11 : Poesía

Los amantes

Los amantes esas aves raras
que se alimentan con frutos silvestres
que no tienen tronos predilectos
que braman cruentos
no se retratan juntos
por razones obvias
no son epistolarios ni se prometen la nada
sus cuerpos son de piedra macho
de piedra hembra líquida
cortan amancaes para adornar el camastro
y velar el tiempo
suelen adivinar sus rostros en el fuego
y cuando la distancia puntual y pasajera
se dedican una venia
y en antiguos poemas
vuelven a la eterna cita
a devolverse las blandas macuquinas

 

Piedra fría sin respuesta

Tú eras
la que dabas de beber
agua a los bueyes
o
apagabas las luces
a los caracoles
o a comer
guayabas a los papagayos
Tú la altisonante / la distorsionada
La antipoética
Con quien quiera que estés
Donde quiera que estés
La lluvia no será la hermosa lluvia.

 

La riada

En el invierno
solías navegar
el río Madre de Dios
resbalando
por las piedras
con el sol
de mediodía
develándote
en la arena
te esperábamos
con manojos de flores
de Palo Balsa
Todos vestíamos el color
de los matacaballos
olor a humo de chaqueo
Regábamos tu cabellera
visitadora de cementerios
y volvías para el enero
Toda embravecida


Coyote cantando

En la tórrida ciudad de tu cuerpo
con ojos rojos de un soñador de Quimbaya
Vuelto de jugar en el jardín de los dioses.
Hay mucha basura en los caminos de la vida
Balazos de corazón por la tierra natal
De los viajes no se regresa o vuelve intacto
es la ausencia de los muertos en uno mismo
Solitario peyote de siete puntos cardinales
oraciones de las mantis que el viento lleva
Quiera la lluvia que recuerdos llueva
y nos diluvie
Te traiga
te lleve
borre nuestra huellas
y confunda con el excremento de los dioses.


Villano de película muda

No edifiques ciudad alguna sobre la nostalgia
Tienes por obligación ser un extraño
Olvida ese cuerpo piel de mariposa
Olvida sus tigras palabras silenciosas pisadas
Su voz de vidrio
Borra ese olor
Ese sabor
Amarra con su cabellera el pálido sol
Tú eres la música del poema
Cruzando un ancho de sala
Hazte a un lado
Si no quieres ser un escarabajo estrellado
arañando la barriga del cielo
Estatuas de sal hablan a tu espalda
No vuelvas atrás no maldigas no digas nada
Olvida ese delirio aurífero
Los hombrecitos no lloramos nos desangramos


Palabras para un hijo

Aquí te dejo
Ella será tu madre
Ésta es la ciudad
Donde he amado
(Tal vez
siga lloviendo)
Así son las ciudades
Interminables.


Pau-Yu

Pau-yu
Delicioso jade
Mecido por las olas del río
Sueña que hace
El amor con la luna


Una lectura del I-Ching

Los poemas son edictos para hormigas
E insectos ínfimos
Se sobreentiende que tienen la gracia de volar
El cielo cierra sus mandíbulas
Acurrucando dragones
Está escrito “las palabras de los hombres venturosos
son parcas”
Importan poco los poderosos
El industrioso gusano de seda
Mora en la rama
Los poetas alisan la cabellera
Sonríen con muchachas rostro de arroz cuerpo de pez
Alunizaciones y mucho vino
“Un poema es algo que en otro mundo sucederá”
Más de las veces los dioses retozan plúmbeos
Despreocupados dejan caer lluvia de plumas
Y suceden los avatares de la vida diaria
En tanto el insecto viaja por la huella digital de la tierra.

Jorge Campero (Tarija, 1954). Ha publicado los poemarios Promiscuas (1976), Aboca de jarro (1979), Árbol eventual (1983), Sumarium común sobre vivos (1985), El corazón ardiente (2001) y Musa en jeans descolorido (2001). Premio Nacional de poesía Yolanda Bedregal (2001).

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