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Ariel Pérez R.
Vol. 2, No. 2, Invierno 2010-11 : Poesía

Palabras de la nada

(…)

Para volver al vientre es preciso morir
pues sólo de carne es la palabra

(…)

De las manos del poeta salen pájaros huidizos

La ciudad vuela de un espíritu a otro
/ sobre las alas de la palabra /

(…)

El cuerpo de la ciudad responde a sus propios deseos
/ no a los míos /

Mi cuerpo define sus propias mañas
entre ellas la de pensar el cuerpo de la ciudad
pues ahí es donde se hace mi cuerpo
porque él es el espacio de la nada

El espacio de la nada es siempre el espacio de mi cuerpo

La unidad de mi cuerpo es la unidad de la ciudad

Todo lo que produce el cuerpo de la ciudad tiene alma
porque mi cuerpo no es el cuerpo habitado por la mente
/ sino por el vértigo /
Un cuerpo de cárcavas
palabras mudas
y uno que otro espíritu que entra y sale de él
como paloma ebria
volando
sobre una plaza desierta

(…)

El lobo del hombre que es el hombre
habita bajo mis párpados y deja su huella cansía
No aparece en las noches de luna llena
no
Es la noche misma quien habita el cuerpo del hombre
que habita en la ciudad de carne y hueso
/ en su forma /

Así
el lobo del hombre despierta cada día en el cuerpo de la ciudad
pues el hombre es el lobo de la ciudad
/ es su bestia /

Veo la ciudad a través de una puerta vacía
Después la cal
los adobes
y uno que otro laberinto que no logra hacerse carne
en la arquitectura blanca
de mis huesos

(…)

El signo que una mano trazó sobre el papel
se hizo letra
El trayecto de la pluma que escribió más de una vez
se hizo palabra
La primera palabra se transformó en verbo

No hay nada oculto en la palabra
ni voz que diga la verdad del poema

En medio de la multitud de palabras que viajan sin rumbo aparente
la palabra Nada mora en el espíritu / ciego / de la noche
En esa noche
en la que alguna vez
fui

(…)

A veces
nuestros cuerpos son vividos por la muerte

En su interior cunde la noche
y vagan las sombras
que luchan por hacerse carne

En lo que va de mi vida
he oído gritos de nostalgia
he bebido el vino de la discordia
he mirado con ojos de sal
la piel sangrante de la luna

Es la ciudad la que inspira tal mirada
Es la duda la que acaba con la vida

Ahora
frente a ustedes
/ aunque sea de esta forma /
no me queda más que pedir perdón
y que me tengan piedad
pues sin darme cuenta pero con vehemencia
he inventado mi propio olvido


febrero 8

La vida pasa ante mí más rápida que los años
Todo es acontecimiento
Como aquel día ocho del sesenta
en que la luz invadió la bóveda
cálida
en la que me encontraba
¿Acaso hoy es distinto? -pienso-
La poesía de mis ojos aún perdura en la distancia
El silencio no es justo con el rostro de mi madre
pues en él descubro las arrugas
que en verdad
hoy
me pertenecen

Alina
de una cosa estoy seguro
no veo la luz desde ese día de febrero
simplemente
la recuerdo


Cantos de agua

Imagino al Illimani jugando con el agua

Sentir desde su cuerpo
el viento
el río
Me hago andino
-me dice-
andino como tú
junto a los ocres
los verdes
y los grises de esta tierra
En el lado oscuro de la erguida roca
las huellas:
El vértigo solar de un imperio
la doble osamenta de la luna

Respiro hondo para sentir la brisa
Bajo mi piel
un antiguo invierno me da la bienvenida

(…)

Aquella tarde
en la que el río fluyó por la primera arteria
despertó en mí un mundo oculto por “la sombra”
pasiones feroces
fragmentos de mí mismo
que moraban entre el flujo y el reflujo de mi sangre
en los vastos rincones de mi cuerpo de arcilla

Entonces me hice Illimani
Piedra sobre piedra me hice

Del otro lado estaban los bosques
como cascadas de agua colgando en las laderas de otros cerros
que también eran el Illimani

Entonces me vi
ahí
mirando a otros que me miraban

Así descubrí que este mundo descansa en otro
y que también soy parte de aquel mundo
un trozo de ti –tal vez-
que vive
para recoger su sombra

 

1

Cuando el origen se hizo piedra yo también me hice piedra. Así conocí lo profundo, conocí también la vastedad de la montaña. Acaso la impaciencia me transforme en río y me lance incontenible tras el rayo de Mercurio. Yo, el río, apenas la neblina que baja por mis manos. Uno al final. La pasión de Orfeo contenida en mi cuerpo. Un mínimo vacío allá en el fondo.

 

20

Ahora, mujer de nubes, en este largo viaje sobre el agua. De barro y plata es la razón que nos une. Te toco en silencio, ecuatorial y distante. Te ordeno abrirte y te abres como constelación de Tania. Vuelo y vuelas en este lenguaje de ir y venir por el vértigo de la luz. Arriba, tú y yo juntos, transformándonos, arrebatando nuestro génesis a la lujuria del viento. Abajo es distinto, pienso. Desde mi interior contemplo tu figura de océano moverse incontenible en el reino de Tritón. Veo la línea que marca el final de tu sombra y el comienzo de la noche... y no me digas que no sabes el motivo del oleaje. También de agua es la Venus que se esconde en tu forma. Tu desnudez es suficiente para hacerme volver al vientre y arrastrarme hasta mi lecho con un pedazo de muerte más entre mis manos.


29

El violeta es distinto, mujer de nubes. Entra y sale de las cosas. Nos pinta los labios. Nos cubre con el velo de su templo. A veces entra en mí y un bosque de rosas brota en el camino. Entonces comprendo el misterio que esconde la serpiente. El embrujo de mis manos en el embrujo de tu cuerpo. Una cruz levanta vuelo; desde mi cuerpo me habla con su lenguaje de fuego.


Muerte irregular

A Darío Pérez
quien en vida no fue
y que en muerte
se transformó en mi padre

Mírate
mirando tu sombra desde allá lejos
atrapado en el silencio de las formas
en la superficie opaca de la fotografía

Mira mis manos
ya no te sueñan pintando un rebaño de estrellas
Alcánzalas para alcanzar con ellas el leve resplandor
de tu recuerdo

Un viento frío calcina las flores que ayer te escribí
y que hoy adornan tu cuerpo

Si no pude ser carne de tu carne
seré carroña de tu carroña
polvo y semilla
seré tu dios
colgaré tu retrato

Por tus cansados huesos recorre el negro
por mis venas
la muerte irregular de mi infancia

Ariel Pérez R. (Santiago de Chile, 1960). Radica en Bolivia desde el año 1983. Ha publicado los poemarios ¿Quién cortó las araucarias? (1985), El último apaga la luz (1991), Decían los encuentros (1994), Muerte Irregular (1995), Al sur de las nubes (1998), Cantos de agua (2003), Algo sin sombra (2007) y Palabras de la nada (2010).

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