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Humberto Vinueza
Vol. 1, No. 2, Otoño 2009 : Poesía

Del libro CONSTELACIÓN DEL INSTINTO

1

Hay olor a polen dentro de la casa de las estrellas
guión climático en la osamenta del susto
teorema de lo múltiple sin excluir lo uno
relincho del único fauno con cara de hombre.

Cunde la comunión recóndita del amor
con la embriaguez del intermitente equilibrio.
Se festeja ovillo de hilo estelar
y su efecto mariposa
flecha lanzada para erigir otros reinos
pliegues de cautela
tras la incierta victoria del vocablo.

Ningún siempre es semejante a otro siempre.
Un nunca que se recuerda
no es igual a otro nunca que se olvida.

Con el último manojo de su propia ceniza
el poeta puede añadir en el aire
más silencio a su misterio:
puñado de palabras
dichas rozando el sí mismo con el fondo.

 

2

Ellos se asumen proscritos de la divinidad
del progresismo
de la crematística.
Atesoran su relación ambigua con los marginados
por ser como son
y parecer en secreto un jirón de mundo
ilusión en la continuidad del flujo de la vida
nervio de utopías en bastimento.
Su amor por ellos tal vez sea comparable
al misceláneo abrazo con la avidez del corazón
traducible sólo en la caricia de su mano
rozando unos labios que tiemblan.
Entre incitación y promesa poseen
el umbral que no es la mitad más uno
sino el quicio del otro lado del discurso.

La identidad es víctima de su propio milagro.

 

3

Amar ha sido sostenerse
de la memoria tarareando ante el espejo
“juntos somos arrastrados en el cosmos
por un viento que nunca vuelve”.
Y sin notarlo él pone sal en el café
en vez de tristeza andina
corre a contestar la llamada del método
con el cual casi nunca acierta
y puertas afuera piensa que el deseo
es como un torrente de lahares a pique
relámpago cayendo sobre pinos
en el centro de la esfera
viento que empuja a las aves migratorias
a desplomarse en las lagunas de septiembre.

Han padecido ambos la sustitución de pormenores
quiebras de intimidad con cada donde
en alas de algún cuando.
No saben qué borrar si las sombras o los cuerpos
si el rostro que perdieron
o el cauce de caricias esquivas
si la fidelidad a las ruinas
o al extracto del silencio.

Juegan con el amor en el no–decir
confieren peso aunque lo digan como diamante
o ceniza al viento
nombran la escena a pesar de lo que digan
hasta quedar solo nombres
entre lejanos susurros de violines.
Ellos sobreviven en canciones muy antiguas
edad tras edad.

 

4

Entre la lluvia de ayer y la lluvia de mañana
el amor canta en el árbol de los vínculos.

Los amantes se aman de la misma manera
como deshacen el simulacro del ambiente
la redención de los mitos domésticos
el salto hacia la visión definitiva.

Distintos montajes inventan para amarse.
De idéntico modo amándose
infaliblemente se desaman
amorfos en medio de las formas
desmemoriados entre tanta memoria
de no haber existido el uno para el otro
nunca.

Pero los amantes previsivos crean regresos
que puedan respirarse desde la inexistencia
o la quimera
gestos de anticuerpo en la recuperación del habla
puntos de encuentro de altura y fondo
para rozar el labio de la canción o el beso
y desacostumbrar al destino a ir solo de ida
aprender a mirar con el parpadeo de las cosas
existir donde las palabras nunca retroceden
alardeando ausencia o presencia.

Los amantes aprenden a latir
con el pulso del espejo
y a multiplicar el espejo en las metáforas.

Siempre se están yendo a volver.

 

5

Mientras escucho tu voz
que lee un cuento de las mil y una noches
en el sueño me encuentro con la muerte
y con una fisura de luz en su rostro
percibo su sorpresa de verme témpano
al extremo
porque sabe que sé que ella y yo mañana
al filo de la dársena en punto acudiremos a la cita.

Escucho a mi sombra referirle a la muerte
que yo exiguo
soy además desamparadito muerto en vida
y desde este lado lacónico del sueño le implora que mañana
su presencia no reduzca a cárdeno lanugo
el resumen del amor
es decir haber vivido o sea la ternura
que sin testigos
relámpago en retirada
por su ausencia brille.

Contra mis cálculos la muerte accede a los ruegos
pero a destiempo para siempre a deshora:
huyendo de ella me oculto en este tálamo
donde tu voz amorosa me asfixia
mientras lee un cuento de las mil noches y una.

 

7

Jugando a ser viene tu infancia
pregunta por ti y sin reconocerte se aleja
con el mismo viento que vino.

Va y viene en la hojarasca de anticipados aciertos
envolviendo el dibujo de una mariposa
que sobrevuela el tiempo sin lugares
el sitio sin tiempo amontonado
en un solo gesto.

Con visibilidad de silencio o de palabra
viene tras los pájaros de olores y sabores
o en tu propia sombra hecha de polvo
ceniza y memoria de aire.

Levanta vuelo desde su amor un don.

Viene pregunta y ella misma responde
por la protección de las guaridas
por la luna y las estrellas convertidas en ventosas
para absorber tu miedo
por las escobas del sol que limpian los truenos
y el decir trunco del río.
Luego se aleja sinóptica como vino
hacia el estuario de la edad que te inflamó en deseo.

Puedes elevarte.
La inocencia ya no acude como garantía de vida
sino tan solo como una tentación.

 

8

Mudamos el espacio hacia el tiempo vivo
la eternidad hacia el lustre vigente
de los muebles y los trastos.

Los libros y las cacerolas
las sábanas de batallas y armisticios
las alfombras en verso y prosa
las otras pieles del insomnio
la juguetería envuelta en olas de aire
los cuchillos que dan confianza
el vestuario ilusorio de nuestras tragicomedias
los disfraces para no temerle ni a la vida
los abalorios del humor la ternura el apego
los cuadros de fidelidad probada
las fotos en otro entonces a colores.

El camino más corto entre los dos
es mudarnos mutuamente.
El más largo no existe.

 

9

De tanto esperarte ahora tengo tu edad
o más. Podrías ser mi primogénito.
Tu voz me despierta en el sueño
y me dice: para qué tanta vigilia
de la sal
de los enredos de la carne.
¿Cómo retornar a la infancia de ambos
sin que se cruce el paisaje de cada uno
y juguemos a no nacer
a no volar en el destino ciego de un pájaro
sobre la marea de tacones
y espaldas que siempre se van
y vuelven renunciando a no salvarse?
¿Cómo prolongar el panorama
hasta que sea una línea
insólita como un abismo de juguete
sin que el sueño se desmorone en el hojaldre
de una carta de marear?

Nuestro tiempo –respondo– se celebra
con exactitud al reverso de las hojas
en la cara interior de una burbuja
detrás del sacramento de orfandades semejantes.

Nadie vive interesado en saber
de cuál paternidad somos transcurso.
A nadie le importa que tú seas mi padre
o que yo sea el tuyo.

Lo percibimos de idéntico modo.
Ambos nos besamos en la frente
entre dos puertas.

Humberto Vinueza, poeta y catedrático universitario, nacido en Guayaquil, Ecuador, en 1942. En la década de los sesentas fundó e integró el grupo de vanguardia cultural Tzántzicos de Quito. Ha colaborado en las revistas La bufanda del sol, PalabraSuelta, Cultura y Eskeletra. Ha formado parte de consejos editoriales de destacadas revistas literarias tales como Pucuna, La Bufanda del Sol, Procontra, Letras del Ecuador, y ha publicado los poemarios Un gallinazo cantor bajo un sol de a perro (1970), Poeta, tu palabra (1989), Alias, Lumbre de Acertijo (1990) y Tiempos Mayores (2001). Entre sus libros inéditos se cuentan Palabra habitada, Libro de las migraciones y Constelación del instinto. En 1991 recibió el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade, por su libro Alias Lumbre de Acertijo.

Selecciones de sus poemas han sido publicadas en antologías ecuatorianas y latinoamericanas como Lírica ecuatoriana contemporánea (Bogotá, 1979); Palabras y contrastes: Antología de la nueva poesía ecuatoriana (Cuenca, 1984); Poesía viva del Ecuador (Quito, 1990), y La palabra perdurable (Quito, 1991).

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