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... Primavera 2009
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Rodolfo Figueroa
Vol. 1, No. 1, Primavera 2009 : Poesía

Canto Blackbird

Canto Blackbird
y los grises pájaros de la siesta
acompañan mi entonación
                         
               así soy llevado
                                queriendo
cambiando mis monedas
por resabios de falsas ilusiones

Mis puntos cardinales me mantienen creyente
pero algún día partirán
y guiarán nuevas estrellas
en la noche de los astros
que no guían a nadie

Mi amada
sucumbirá al deseo de ser alguien
desvestirá
su cuerpo de aura otoñal
y modelará deseados
aprontes Primavera-Verano.

Aquel pastor
                              que de cuando en vez
dejaba de ladrar y rasguñar
las maderas del patio de desperdicios
desperdiciará sus aullidos a la menguante
y los fugaces destellos
reemplazarán mis lágrimas 
de viajero solitario.

 

Cortejo de septiembre

Recuerdas
el mismo frío de esta tarde
la misma penumbra
la misma luz dormida en su cama de nubes
cuando en los charcos de lluvia
se deslizaba la saliva de este invierno
acarreando algo de silencio
entre sus remolinos de basura?
no me detuve a sentir el viento
llevaba tantas lágrimas en mis huellas
que él se detuvo a soplar mis heridas
llevaba tanto arbusto y tanto almendro
tanto sauce y tanto álamo
que la sombra dormía en mis bolsillos.

Recuerdas
que del suelo recogíamos
más boletos que esperanza 
que levantábamos la vista cuando la lluvia dormitaba
y nuestra canción despertaba al sendero
                                    aun así,
nos seguía pareciendo largo y sin refugio
sólo tus ojos guiaban el camino
albergaban mi mañana.
Sonreía más
no se bien por qué
distraer mi mirada en una carrera de ramas
valía más que todo ese largo día conmigo
cuál llegaría primero al monte de desperdicios
                         a la cascada infinita
era la única apuesta para esa jornada
saber elegir la que atravesaría el túnel secreto
regalaba un latir tibio 
a mi corazón sofocado en mis zapatos.

Recuerdo
como el polvo desgastaba su gastado oficio
como el sol confundía su eufórico destino
iluminando su mal día
con crepúsculos guiadores
iba camino de ti
de tu reja conocida
tu sonrisa era señal húmeda
en el sopor de mis pasos
sólo quedaba limpiar esa lágrima seca
confundida en el húmedo temor de mi rostro
despedir a los invisibles acompañantes
que se devuelven presurosos
a divertir otras soledades en otras tardes grises.

 

Ajeno

Esta noche no reconozco las estrellas
no reconozco el lamento del viento
desoyendo mis amaneceres
Eso me cansa
cansado estoy de no tenerte
de esperarte
al sur de estas constelaciones torcidas
y no verte

Me canso de perderme
nevado faro de luminosa guía
los adoquines del poniente
no los siento ya al caminarte
desaparecieron silenciosos
para no quebrantar los rieles
donde mis huellas
no hallan vida
sin tu esquina de barro
ahí, donde el vino
acerco nuestros sueños
a la hospedería de los sabios rezagados

Me canso de no escucharte
Lucía del mediodía
de no olerte para adivinarte
de despertarte y no acurrucarte
de tu mirada distante y tu indolencia de siempre

Me cansa el cambiarte por esta causa ajena
por esta mañana fría sin olor a levadura
en este país de auroras en inglés
y saludo de sombrero
que despierta eternamente
en la urgencia de su fortuna
y dormita en la carencia
de un miserable susurro

Me canso de las palomas negras
que vigilan pacientes
apenas sostenidas
del color regado
en las venas del otoño.

 

La Noche del Cometa

Hay algo en la distancia
que aparece lejano
tal vez la estela
de un cometa mentiroso
iluminando la noche
de tu primera explosión
así viniste
entre halos de luz y fuego
incandescentes juegos
que dejaron en tus ojos
brillo eterno
de derrames estelares
dejaron en tu rostro
una sonrisa labrada
de lejanas constelaciones
dejaron en tu alma
lágrimas del universo

En mágico suspiro
la luz entró al torrente de tus sentidos
percibiste el incierto color de las miradas
en el débil esfuerzo de tu ojos
todos caminaban de espaldas
cuando nos recocimos
me acerqué ya sin miedo
contando los espacios en blanco
entre cada mancha negra
del tablero de la miseria

En el antiguo dintel
digno bajo el rayo del sol
nos tocamos
nos encontramos
sólo recuerdo que no supimos
qué hacer con esa mirada
al levantar la vista
vimos el cordel del campanario
aún meciéndose al compas
del último silbido lejano
de ese hierro endulzado.

 

Maipú 311

El estuco de vieja mezcla
cae húmedo sobre los mosaicos
en la casa del viejo catalán madrugador,
a través de las grietas de adobe
los túneles del tiempo se asoman,
tendones débiles
marcados por el paso de la hora de los juegos,
aquel aviso de luz y sombra
desaparece sin sorpresa
dejándome sentado en ansiosa espera
anclada mi vista en el lugar de siempre.
Asomará el corazón de lodo y paja
enterrando los terrome
y escondiendo las escondidas
comenzará tu historia a someter tu alma
y las fuertes vigas que protegieron tus juegos
cederán al roció del tiempo
vendrán nuevas conquistas en otras direcciones
sentiré solitario el crujir de los caminos
y nadie será testigo
de como recobré el aliento
al ver el postigo ceder
por el paso del tiempo

 

Olvido de Mayo

Me olvidé el poemar
poética voz del poema
el poemar olvidó poetizar
poetizar el nudo poético
poema de fondo poetizado.

Así por el viento
poetizando sin poemar
olvidando la ley del poema
y la del poeta
poeta volando sin poetizar
poética voz del poema
me olvidé el poemar.

 

Pasos sobre mi memoria
(el taller de Villanova)

Vengo
a transitar el llamado que me inquieta
en medio del miedo
por estas maderas que se cruzan
con cruces de madera

Vengo
a reconocer cantos sangrantes
de cantores heridos
recorren el estrecho de sus recuerdos
volando sobre sus ríos y quebradas
oliendo su café y su barro
tocando sus estaciones nevadas
mojando sus lluvias
explotando sus volcanes
palabras
amigos
abuelas y difuntos
bares, amadas, trenes.

Vengo
a reflotar el tesoro sumergido
de mi vocación peregrina
a recoger el mástil de la nave
de quien fue un feroz bucanero
que sólo atrapó fantasmas
para eternizar su viaje
y que no pudo más que en su piel
desposar a su amado amor de alquiler

Vengo a navegar por los ríos de tus pupilas
a descubrir los faros de tu alma
tal vez así
encuentre el camino a casa.

Quisiera

ser de los que navegan hasta
la confusión de los océanos
aman y mueren en cómplices islas
son muchos más que el ser los llama
de los que abren el paracaídas
esperando un golpe menos intenso
y llevan sobre su mano
una flor inventada para el jardín de Amalia

ser de aquellos que amarán bajo la tierra
la misma que prometieron y no cumplieron
de los que iluminaron con bengalas de ira
su caminar torpe,
su juerga inútil
su búsqueda infinita
de los que borrachos embriagaban sus palabras
para que danzaran sin temor
camino a la estación de páginas
que todavía no serán
se durmieron asustados
en el bosque de sus recuerdos
y despertaron buscando el molino de su pueblo

ser de los que dejan caer el lápiz
con el último aliento de su cuerpo
de los que cuelgan artefactos
con un letrero que ruega no morir
de los que escriben con sus uñas
en el excremento de sus celdas
de los que no pudieron ver la cara
de sus verdugos
y renacieron en tus ojos
para olvidar la ausencia de los suyos
de los que acuden a su propio entierro
mientras enseñan maravillados la fuente
de la patria que acompañan
no importan las latitudes del alma.

ser de los quisieron
y no pudieron
de los que se anunciaron solemnes
para las que las musas rondaran sus camas
y escribieron en el cielo
confundiendo a las nubes
con sus aviones de madera
de los que llevaron a su piel el dolor,
lo transformaron en fuego
y caminaron luminosos
sin que nadie lo notara

quiero mi tinta propia
mi propia barcarola
quiero mi dios sin ropa
la estrella cosida en mi boca
quiero que vengan a mí
quiero su juventud eterna
el ímpetu perenne de sus palabras
la soledad de su mente indigente

canten en todas la lenguas
machuquen sus dedos, si es necesario,
para amar por siempre su llanto
no necesito entender sus letras
llevo el nido de la razón en mi pecho
para cobijar el vuelo de sus voces
abrir la boca y recibir
el alimento audaz de tu verso
cada palabra como lombriz
de tierra fresca y no explorada

quiero ser y como no
que vengan a mí la voces
de todos mis soñados
humedezcan mi corazón casi seco
como la vertiente que se aleja consciente
a perfumar uva de vino
y corteza de canelo
que renació lúcida
en la repetida rosa de sus vientres
en la sangre etérea de sus venas
en las huellas indelebles de mi poema

 

Pendiente el Adiós

en tu camisa de silencio
llevaste tus últimas palabras
al universo

Si al despertar
el rostro eterno en mis sueños
fuera por desgracia el último autorretrato
y este poema también,
mi última batalla
dejaría en tu piel
y en la de ellas,
algo de mi efímera morada
tal vez mi chaleco gris para toda ocasión

Sé que dejaría en tu recuerdo
mi mano en mi frente
mi codo sobre el puzle
mi labio humedecido
en el vaso de vino
dejaría cantos desvelados
una cama de pobre hundida hasta el calor
donde las noches se volvieron estas palabras

Acompañaría mis restos
esos que me delatan
recobraría la intermitencia
de las luces que marcaron mi infancia
entre gritos ahogados de la tierra y su enfado
aquella fuente de roció
que inventó todas mis lágrimas

Todo fue una lección
antes del ocioso taller de mis manos
anduve escudriñando temores
aplacando venganzas
fui una alondra escurridiza
arrastrada por el sonido de las copas
detrás de las puertas
que nunca cierran a los amigos

Violenté sentidos
vulnerados ya en el tiempo del azote
dejé latente dolor y nostalgia
sabía que mi pasaje no tenía regreso
y miré las lilas para no mirarte.

Si tuviera opción
quisiera acercarme al cristal de mi ventana
tocarlo
dejar ahí el bálsamo perpetuo de mis manos
que no evitará el dolor al iniciar el viaje
hasta que la última mirada
congele arboles y montañas
liberando así mi cuerpo

En hermoso llanto
cabalgaré al compas de tus pechos
de tus ojos
de tus brazos
de tu boca resquebrajada
por esta suave brisa de otoño
aun cuando el verano no acaba.

Rodolfo Figueroa nació en Santiago de Chile el año 1969 y sin considerar nunca la posibilidad de elegir, fue educado en la fe Católica y mal educado en la poesía caótica. La muerte de su Padre y la muerte de su patria lo ensimismaron. Lo dejaron arrinconarse sin otra manta que la poesía de Huidobro y Neruda, los versos sueltos de Cardenal y Dalton, la ilusión lejana de Brecht, la conquista serena de Machado, el camaleón fulgurante de Hernández. Estudió castellano en la sede maulina de la Universidad de Chile, actualmente Universidad de Talca, mientras la inacabable lluvia lo enamoraba aún más de su lejana y actual Andrea. Conoció a su amigo Jorge (aunque él nunca lo conoció), lo vio gastar sus codos en los mesones del bar "La Unión" y recogió más de algún poema desprendido de entre su antebrazo y su corazón. Caminó con él por la cuneta de la memoria y cuando el instinto de supervivencia lo alejó de sus lecturas, llegó por estos lados y sin jamás imaginarlo, el canto continuo y sinfín de la nostalgia, brotó en poesía cuurca, enderezada con paciencia, con la guía de su amigo Carlos. Rodolfo tiene tres hijas, la Javiera, la Valentina y la Daniela. La mejor poesía que ha escrito.

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