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Andrés González Sánchez
Vol. 1, No. 1, Primavera 2009 : Ensayo

El otro en dos cuentos de Cortázar

Lejana y Circe, los dos cuentos que comento en estas líneas, pertenecen a Bestiario, el primer libro de relatos publicado por Julio Cortázar, cuando contaba 37 años, en 1951, poco antes de su traslado de Buenos Aires a París.

Haciendo un resumen argumental, Lejana es el relato de unos meses en la vida de una joven (del 12 de enero al 6 de abril) a través de su diario, primero, y de una narración anónima en tercera persona, en el tramo final del cuento. Alina Reyes confiesa mientras escribe esas páginas su pesar por el sufrimiento de la otra, su doble, alguien que es ella y no es ella, a la que siente y confunde con ella misma. A lo largo de casi un mes de escritura en su diario, la joven descubre que el desdoblamiento se produce en sus pesadillas pero también en los momentos más vulgares e inoportunos de su acomodada cotidianeidad (sirviendo el té “al chico de los Rivas” o bailando con Luis María). Sueña con una cita en un puente, que debe de estar en Budapest, “porque”, dice, “allí es el frío, allí me pegan y me ultrajan”. En ese allí que le atrapa hay alguien llamado Rod que le pega y al que ella ama. Los pensamientos continúan y Alina, durante un concierto, se va acercando en la distancia al lugar en el que se encuentra la otra: una plaza, al final de la cual hay un puente. Alina se casa con Luis María y viaja a Budapest donde encuentra ese puente y en medio de él, a una mendiga que la abraza y se intercambia finalmente con ella.

Por su parte, Circe transcurre durante la relación de Mario con Delia Mañara, una joven culpable, según el chismorreo de los vecinos de Almagro, el barrio de Buenos Aires en el que viven, de las muertes de sus dos anteriores novios. La historia es recordada por un narrador testigo, un niño de 12 años receptor de los chismes, en un principio, aunque pronto se transforme en un narrador omnisciente. El narrador elucubra sobre el suicidio de Héctor y la repentina muerte de Rolo en el zaguán de la casa, con Delia como espectadora. Menciona el gusto de Delia por las arañas cuando era niña o la extraña muerte de un conejo regalo de Héctor. Las especulaciones de los vecinos y de su propia madre obsesionan a veces a Mario pero no le impiden seguir yendo a casa de su enlutada novia. Al contrario. Allí, ella prepara licores, que al principio no quiere dar a probar a Mario. Un día ella le confiesa que sabe hacer bombones rellenos de licor y el joven comienza a comprarle los ingredientes y utensilios. Se convierte en catador de los experimentos de Delia. Él le pide matrimonio y el noviazgo comienza mientras Mario recibe algún anónimo recordándole las sospechas sobre las muertes. El desenlace del cuento llega cuando Mario se dispone a degustar un bombón ofrecido por Delia. El insecto que él descubre dentro del dulce destapa el misterio de Delia y da explicación a las muertes.

Lejana y Circe hacen uso de la tensión fabricada con palabras, o con el escamoteo de ellas, a la que tanta importancia narrativa dio Cortázar. “Un cuento es malo cuando se lo escribe sin esa tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras escenas”, dijo en uno de sus artículos (Cortázar 6). Ambos relatos, como otros textos de Bestiario, transmiten una atmósfera estridente sacada de lo cotidiano más tedioso, son magnéticos, causan alerta a raíz de ínfimos sucesos acumulativos y manipulan literariamente al lector hacia un objetivo: mantener la tensión.

En los dos relatos se encuentran las constantes de la narrativa de Cortázar: “la angustia, la soledad, la libertad, la enajenación y la muerte” (Luna-Escudero-Alie 1). Las preocupaciones existenciales de Cortázar las relacionan algunos autores a un mundo sin Dios en el que como decía Dostoievsky, “si Dios no existe, todo será permitido” (Luna-Escudero-Alie 2).

En Lejana, Alina Reyes vive entretenida en una rutina de alta sociedad porteña, infantil y alegre durante el día y, en la noche, oscura y con unos malos sueños en los que se introduce la otra, su doble, hasta que se va apoderando no sólo de sus pesadillas y sus insomnios sino de toda su vida [1]. En este sentido, El doble, de Dostoievsky, ya trató el tema cien años antes (1846) [2]. En esa novela corta, un funcionario llamado Goliadkin se desdobla hasta que su otro yo, el que él quisiera ser, se adueña de lo más envidiable de su vida, mientras que Goliadkin va arruinando su carrera y su posición. En este caso, el escritor ruso funde a los dos personajes, que se desligan en una persecución en la que la velocidad no puede hacer nada para evitar la eliminación, el sacrificio, de Goliadkin. El autor se plantea un juego psicológico y existencial que en su momento ejemplificó la soledad y amargura del hombre corriente, subterráneo.

En cambio, Alina Reyes no huye sino que va en busca de la mendiga de Budapest, con la que se solidariza en su desgracia de frío por la nieve que le entra en los zapatos y dolor por los golpes de su amante, que ella siente propios. Hasta el punto que, en un alarde estilístico de afán poético y surreal, la joven adinerada se intercambia con la otra, con la otra mitad de su anagrama “Alina Reyes, la reina y …”. Un desenlace que tiene lugar en el último juego de su angustiada juventud. Lo escribe Cortázar así en Lejana: “Sin temor, liberándose al fin –lo creía con un salto terrible de júbilo y frío– estuvo junto a ella y alargó también las manos, negándose a pensar, y la mujer del puente se apretó contra su pecho y las dos se abrazaron rígidas y calladas en el puente, con el río trizado golpeando en los pilares” (Bestiario 39).

“El mundo sin Dios de Cortázar está compuesto por criaturas angustiadas que eligen sus destinos por ellos mismos y luego no pueden controlarlos”, afirma la crítica Luna-Escudero-Ali, que agrega: “Las criaturas cortazarianas están condenadas a demarcar sus espacios de juego, a aceptar la existencia y darle forma. Esta responsabilidad ilimitada produce angustia y desesperación” (Luna-Escudero-Alie 6).

En Lejana, el juego del doble se despliega con la alternancia de la primera y la tercera persona. “Le pasaba a aquélla, a mí tan lejos. Algo terrible debió pasarle, le pegaban o se sentía enferma. (…) Porque a mí, a la lejana, no la quieren. Es la parte que no quieren y cómo no me va a desgarrar por dentro sentir que me pegan o que la nieve me entra por los zapatos cuando Luis María baila conmigo (…)” (Bestiario 31).

Cortázar utiliza el recurso del doble a menudo en su obra y por primera vez en este cuento. Esta obsesión tiene su explicación: “Siento continuamente”, dijo una vez Cortázar, “la posibilidad de ligazones, de circuitos que se cierran y que nos interrelacionan al margen de toda explicación racional y de toda relación humana” (Lozano 189).

Otro elemento que utiliza Cortázar como estrategia narrativa es el anagrama. Alina escribe en su diario y juega con las palabras como una forma de buscarse a sí misma y ser más auténtica a través de su otra, su imagen en el espejo, su doble, sus antípodas en un sentido también geográfico (Carmosino 137). Algunos autores han encontrado frases ocultas en las utilizadas por Cortázar en el cuento, como un laberinto borgiano de significantes y significados cuya salida fuera siempre la salvación de Alina y de la mendiga del puente sobre el Danubio: “Diario de Alina Reyes” puede transformarse en “Es la reina de día”; “Y la cara de Renato Viñes” se convierte en “otra Alina Reyes” o en “otra daña a Alina”; “De retrato de Dorian Gray”, en “Otra reina llora”; etc (Arrieta Vargas).

Eliane Lavaud, por su parte, llama la atención también sobre los elementos reiterativos en el cuento, que tejen una red de locuciones frecuentativas (otra vez, a veces, de nuevo) y de expresiones repetidas (le/me pegan, la nieve le/me entra por los zapatos). “Y este discurso iterativo pone de relieve el carácter obsesivo de aquella psicosis paranoica, de aquella lucha de una por apoderarse de la otra, de la otra para enajenar a la una (…). Y así va creando el cuentista la tensión necesaria a su cuento, acercándonos lenta, pero obsesivamente a lo contado” (Lavaud 71).

Concretamente en Circe, “lo otro se manifiesta como la imposición de lo rechazado o lo vedado”, según Roger Carmosino. Lo otro rechazado en ese cuento, afirma el crítico, “es el sadismo sexual, representado por la magia de los bombones de cucaracha que Delia fabrica para destruir a sus novios. Delia representa lo otro oscuro y vedado; por eso sus padres la ocultan y se avergüenzan de ella, alentando la esperanza de que algún novio la venza y los libere de ella” (Carmosino 142).

La de Carmosino es una forma de interpretar el cuento. Como explica el crítico, lo otro, en el plano temático, es “otra confirmación de la falsedad de la concepción burguesa de la realidad humana y social”, el espejo que refleja el carácter contradictorio del individuo moderno. En cuanto al aspecto formal, indica, “la otredad ofrece al autor la posibilidad de componer mundos narrativos complejos” (Carmosino 149-150).

Otra manera de interpretar el argumento de Circe es que la protagonista contamina con su desequilibrio a quien la ama. Los terroríficos bombones quizás no maten a sus novios, lo provoca la locura que les es contagiada por Delia cuando descubren cómo es en realidad su amada. Uno salta en Puerto Nuevo, al otro le falla el corazón y se golpea en la cabeza en un escalón del zaguán, probablemente ambos horrorizados con la visión de la otredad de Delia Mañara ilustrada por el repugnante y a la vez exquisito bombón. Una otredad que se torna en la suya propia.

Incidiendo en el argumento de la enajenación, uno de los anónimos que recibe Mario es un recorte de prensa subrayado en azul y publicado tras la muerte de Héctor, que dice lo siguiente: “Sólo una honda desesperación pudo arrastrarlo al suicidio, según declaraciones de los familiares” (Bestiario 87). Es una de las pistas, falsa o no, que deja caer Cortázar como en todo buen relato de suspense.

El miedo a la locura está presente en todo el relato. Lo menciona el padre de Delia en la reunión a instancias de Mario en el café Munich: “¿Vos querés decir que se puede volver loca, ¿no es cierto?”, contesta el padre al novio preocupado por los anónimos. El matrimonio formado por los Mañara quiere desprenderse de su hija, que un novio la aparte de ellos. Éste es un aspecto en el que coinciden muchos estudiosos de la obra de Cortázar. Pero, ¿por qué razón quieren separarse de ella? Además de la lógica ansiedad por casar a una hija que atrae la desgracia, no se expone ningún otro motivo en los textos consultados. Pero hay una frase al final del cuento, en el momento de mayor caos, en los catárticos instantes que siguen al descubrimiento del misterio por parte de Mario. Es un episodio último en el que Mario quiere hacerla callar estrangulándola y se da cuenta de que los Mañara han escuchado la escena desde detrás de la puerta, no sabemos si deseosos de que su hija sea asesinada por el joven. En ese instante, Cortázar lanza al lector la imagen del gato con astillas clavadas en los ojos. Otro crimen de Delia, o quizás (ya que ella estaba con Mario en ese momento) uno de los sádicos rituales con animales de sus padres: el conejo, el pez que agoniza, el gato. Ahí Cortázar nos hace dudar sobre quién fue el culpable del destino de los animales. Esta hipótesis, sin embargo, explicaría por qué los Mañara rechazan probar los bombones de su hija o los parten para observar su interior. Saben lo que contienen, quizás porque ya los probaron.

Circe, que en la actualidad es un epíteto que se aplica para calificar a una mujer astuta y engañosa, era el nombre de la hechicera experta en maléficas pócimas que en la Odisea convierte a los compañeros de Ulises en bestias después de desposarse y acabar con la vida de un rey de los sármatas. Expulsada por su pueblo, se retira a un promontorio del mar de Etruria en donde se refugia la expedición de Ulises, quien la obliga a romper el maleficio que cae sobre sus hombres. Posteriormente, queda seducido por ella durante un año. En el cuento de Cortázar, Delia-Circe, haciendo uso de brebajes, transforma en bestias, en monstruos, en seres sin alma y por lo tanto perdidos, a los que la rodean.

En Circe se puede encontrar una lucha entre eros y tánatos, como propone Sara Castro-Klarén: las muertes en este relato “son llanamente parte del modo mimético inferior con que Cortázar explora la dual relación entre Eros y Tánatos, es decir, los placeres y sus reveses o perversiones” (Castro-Klarén 190).

Otros autores observan en el cuento una “invasión de la realidad por la irrealidad, de la racionalidad por la irracionalidad”, dice Luis Eyzaguirre, quien cita la siguiente reflexión de Carlos Monsiváis: “Así el sacrificio, el gran tema cortazariano, se vuelve la propiciación, la remisión de culpas, en este caso, la culpa de vivir un solo nivel del tiempo o de habitar la realidad de un modo unívoco, sin percatarse de que está vulnerada por dimensiones infinitas y simultáneas” (Eyzaguirre 180).

Lo explica con claridad el propio Cortázar: “… la realidad cotidiana enmascara una segunda realidad que no es ni misteriosa, ni trascendente, ni teológica, sino que es profundamente humana” (Eyzaguirre 184).

Para terminar, quisiera transcribir unas palabras de Saúl Yurkievich: “Cortázar quiso cambiarnos la vida. Concebía la literatura como transfusión de savia, como transplante de médula; función del ser antes que propiedad de la palabra. Quiso transformar nuestra aprehensión y nuestra relación con el mundo” (Yurkievich 21).

El escritor argentino buscaba una forma de escritura tensada, que no permitiera un respiro al lector, que lo deslizara por sus páginas a través de una escala argumental creciente, como la que llevaba a su habitación cuando era niño. En esa época, Cortázar escuchaba tantas historias de aparecidos que, contó alguna vez, “mi habitación se convertía en una buhardilla iluminada por un cabo de vela al final de una larga escalera, donde el miedo, vestido de vampiro o de fantasma, me aguardaba siempre” (Barrientos 68).

En el caso de Lejana y Circe, lo fantástico, la otredad, la segunda realidad a la que aludía Cortázar, irrumpe en la aparente normalidad. Y ese miedo sale potenciado al ir vestido de dos mujeres jóvenes, Alina y Delia, tan inofensivas que tocan el piano y degustan bombones con sabor a menta.

 

Notas

[1] La falta de sueño, que a veces puede ser un síntoma de un problema psicológico, es algo que también dice sufrir Mario, el personaje de “Circe”: “-Mario vería a veces el tapiz, con asco, con terror, cuando el insomnio entraba en su piecita para ganarle la noche” (Bestiario 77).

[2] Stella Lozano recuerda en “El recurso del doble en Julio Cortázar” que el doble es un recurso de antigua tradición literaria. El doble o doppelgánger, es muy abundante en la literatura romántica alemana.

 

Obras citadas

Arrieta Vargas, Vilma. “Presencia satánica en el río Danubio: anagramas en Lejana de Julio Cortázar”. Letras 32 (2000).

Barrientos, Juan José. “Las palabras mágicas de Cortázar". Lo lúdico y lo fantástico en la obra de Cortázar. Madrid: Editorial Fundamentos, 1986.

Carmosino, Roger B. “Formas de manifestación de la otredad en la cuentística cortazariana". Lo lúdico y lo fantástico en la obra de Cortázar. Madrid: Editorial Fundamentos, 1986.

Cortázar, Julio. “Algunos aspectos del cuento”, Diez años de la revista Casa de las Américas 60 (1970).

Cortázar, Julio. Bestiario. Madrid: Punto de Lectura, 2006.

Eyzaguirre, Luis. “Modos de lo fantástico en cuentos de Julio Cortázar”. Lo lúdico y lo fantástico en la obra de Cortázar. Madrid: Editorial Fundamentos, 1986.

Lavaud, Eliane. “Acercamiento a Lejana, de Julio Cortázar". Lo lúdico y lo fantástico en la obra de Cortázar. Madrid: Editorial Fundamentos, 1986.

Lozano, Stella. “El recurso del doble en Julio Cortázar”. Cuadernos Americanos Nueva Época 248, 3 (1983).

Luna-Escudero-Alie, María Elvira. “Una lectura existencialista de la narrativa del  primer Cortázar”. Publicado originalmente en Quaderni Ibero-Americani 89 (2001). Extraído de la web de Espéculo, Revista de estudios literarios.

Yurkievich, Saúl. “Julio Cortázar: al calor de su sombra". Lo lúdico y lo fantástico en la obra de Cortázar. Madrid: Editorial Fundamentos, 1986.

Andrés González Sánchez nació en Elche (Alicante, España) en 1967, es titulado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona y actualmente es estudiante de la maestría en Lengua Española y Literatura de Villanova University. Como periodista colaboró en las delegaciones alicantinas de La Verdad y El País y en las secciones de Cultura, Espectáculos y El Dominical de El Periódico de Catalunya en su redacción de Madrid. Ha esbozado guiones, teatro, canciones, poesía; y ha publicado relatos en ediciones colectivas, entre las que destacan ‘Galaxias robadas. Los insolentes del pasado soñaron un futuro galáctico’ (Valencia, 2001), ‘Ciudad compacta’ (Barcelona, 2003) o ‘Laberinto del azar’ (Elche, 2007). ‘La mitad de mí’ (en busca de editor) es su primer libro de relatos.

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